viernes, 20 de marzo de 2015

Sócrates
1.      ¿Existe un pudor natural?
2.      Más sabia es la que sabe lo que no sabe.
3.      La verdadera comprensión viene de adentro.

4.      Quien sabe lo que es lo correcto también hará lo correcto.

1.      En todas las culturas se ha desarrollado una especie de “pudor” en común, también llamado “tabú”, y es el tabú o la prohibición del incesto. En las distintas culturas puede variar un poco qué se considera incesto: en algunas culturas los hombres pueden casarse con sus primas por parte de la madre y en otras no, lo mismo sucede entre hermanos (y dichas prohibiciones incluso pueden variar dentro de la misma cultura según el estatus social). Pero todas comparten la prohibición, por ejemplo, de la unión entre padres e hijos. Muchos antropólogos, sociólogos, psicólogos han buscado las razones de esta prohibición universal y han dado distintas respuestas a esta pregunta. Pero lo importante, para nosotros al menos, no es tanto el tema del incesto en sí, sino la actitud de estos investigadores que desnaturalizaron, cuestionaron, algo tan naturalizado para todos los hombres como es el caso que padres e hijos no sientan atracción sexual entre sí (o al menos no la satisfagan). Ésta es una actitud propia del filósofo que, como vemos, comparte con otros estudiosos. Lo que variará entre las disciplinas serán los tipos de respuestas que se darán a las distintas cuestiones y también los problemas que abordarán. El caso puntual del incesto no es un tema, al menos “tradicionalmente” filosófico, aunque la filosofía puede ayudar con sus preguntas a profundizar sobre esta característica de las culturas humanas.
2.      “Más sabia es la que sabe lo que no sabe.” Con esta frase también se hace alusión a lo que se entiende por “actitud filosófica”; esto es, no dar por sentado nada. Culturalmente suponemos que sabemos muchas cosas, damos por sentado que “andar vestido” es lo correcto, que creer en un dios es natural como lo es que no podamos conocerlo. Pero Sócrates con su frase “sólo se que no se nada”, Descartes con su duda metódica, nos enseñan que nada es natural y que en realidad son más las cosas que desconocemos (por más “familiares que nos sean”) que las que conocemos. Y que aceptar este hecho es el primer paso para salir de la ignorancia en que nos vemos sumergidos en lo cotidiano y comenzar un nuevo camino de conocimiento y autoconocimiento, tratando, como pretendió Descartes, empezar de cero, “borrar” todo aquello que damos por conocimiento seguro.
3.      Siguiendo un poco con la respuesta anterior, podemos decir que lo que pretendemos al adoptar una actitud filosófica, es que el conocimiento que vamos consiguiendo “se nos haga carne”, es decir, no queremos saber algo “como el padre nuestro” sino que buscamos sentirlo dentro nuestro, como un conocimiento que nos moviliza, nos interpela, nos impide conformarnos y hace que deseemos saber más, buscar más conocimiento, no para dar una respuesta final a nuestras preguntas, sino para profundizarlas, para complejizarlas, enriquecerlas y que, de esa manera, ayuden a enriquecer nuestras vidas, nuestras visiones del mundo, etc. Decir que el verdadero conocimiento es el que viene de adentro no significa, para mí, que dentro de cada uno de nosotros exista una “biblioteca universal” con todos los conocimientos del mundo y que sólo debemos saber buscar, saber preguntarnos para poder hallar en nosotros conocimientos de distinta índole. Creo, en cambio, que podemos llamar “verdadero conocimiento” a aquel que adquirimos y que, de una forma u otra, pudimos “hacer nuestro”, vincularlo con nosotros, hacerlo útil para conocer mejor el mundo que nos rodea y también para conocernos mejor a nosotros mismos (tarea que el oráculo de Delfos imponía o recomendaba a todos los atenienses). Cuando al enfrentarnos a una situación de nuestras vidas, sea una situación trivial, como mover un mueble, o una situación límite o intensa como enfrentar la muerte o vivir el amor, surgen de nosotros conocimientos que adquirimos en la escuela, en nuestra casa, en la calle, y estos conocimientos nos ayudan a enfrentar mejor estas situaciones, a pensarlas, profundamente, de distintas maneras, entonces es ahí cuando podremos decir que “dentro nuestro hay verdadero conocimiento”. (Verdadero no por verdad única en indiscutible, sino conocimiento válidamente adquirido).
   4. Para los filósofos de la antigüedad, por ende, era imposible, una vez que conocíamos algo, no aplicarlo a nuestra vida. Una vez abiertos los ojos, ya no podíamos hacernos los "tontos", los "distraídos". El conocimiento que adquiríamos o descubríamos se volvía parte de nosotros, indivisible, imposible de ignorar. Por lo tanto, la maldad sólo existía en quienes ignoraban el bien, lo que era correcto. La maldad no era tratada como una cuestión Metafísica sino Gnoseológica. Para luchar contra el mal en una persona o en una sociedad se acudía a la educación, a la Mayéutica, en el caso de Sócrates, en hacer conocer lo bueno, lo bello, lo correcto; una vez conocidos, las personas vivirían de acuerdo a ellos, por reconocer que eran lo mejor. Ésto nos habla de una muy fuerte confianza puesta en el hombre. Siguiendo éste pensamiento, la humanidad sólo mejoraría (no en sentido de progreso como lo entendemos hoy en día), se volvería más sabia, o, al menos, más coherente. Ya no podríamos ir por ahí diciendo una cosa (lo que conocemos) y haciendo otra, como si nunca hubiésemos aprendido qué era lo correcto.


Vegetariana Dieta Nutricion by Laura Anglade